Ya había mencionado en una anterior intervención en “Mi dietario” el descubrimiento tardío de Homero y Shakespeare. Las lecturas de La Ilíada y la Odisea, junto a Ricardo III, Enrique V y Hamlet no solo me proporcionaron el placer de disfrutar de unas magníficas narraciones, sino que me dieron pautas para entender muchas de las obras que había leído anteriormente o había visto en la gran pantalla. Además, a partir de entonces, tuve unos marcos de referencia que me han permitido analizar creaciones posteriores. Homero y Shakespeare dan a la literatura épica unas directrices eternas y universales. . La perfecta armonía entre las partes, presentación del conflicto, narración de la historia y desenlace. La descriptiva de las escenas bélicas como una auténtica fotografía, agría y explícita, sin contemplaciones y el análisis psicológico y emocional de los personajes. El mundo entre real y ficción. Humanos y Dioses batallando. Honor, traición, ira, deseo, miedo, amor. Shakespeare añade, además, las tácticas e intrigas, la ética en la guerra y también la comicidad.
Se han hecho muchas reproducciones tanto literarias como cinematográficas de las obras de ambos autores. William Shakespeare es el autor clásico más adaptado al cine. Griffith, Kurosawa, Olivier, Polanski, Welles, Branagh. Se han llevado sus argumentos a todas las épocas y ambientes, se han hecho parodias y se han trasformado en dibujos animados, como el Rey León basada en la obra Hamlet. En cuanto a La Ilíada y la Odisea de Homero no se quedan a la zaga: Ulises (1954) de Mario Camerini. Helena de Troya (1955) de Robert Wise. La Odisea (1969) de Mario Bava, Franco Rossi y Piero Schivazappa. La Odisea (1997) de Andrei Konchalovsky, Helena De Troya (2003) de John Kent Harrison.T.R, O Brother (2000) de Joel Coen, o Troya (2004) de Wolfgang Petersen.
Gran variedad de géneros creativos (poesía, novela, teatro, cuento, guion cinematográfico) han tocado el tema espinoso de la guerra, y de las batallas acaecidas a lo largo de la historia. No es complicado sospechar por qué ha sido así. La guerra ha acompañado al hombre desde que era “hombre” y alzó una herramienta primitiva para infringir dolor a un congénere. El análisis del fenómeno bélico está cargado de múltiples significancias, desde el punto más básico descriptivo, pasando por las intrigas del proceso, hasta el universo psicológico de los contendientes con sus flaquezas y heroicidades. El ser humano en escena para dar lo mejor y lo peor de sí mismo.
La lista de obras literarias y de cintas cinematográficas que han trabajado el tema bélico o han desarrollando escenas beligerantes entre combatientes, es interminable. Desde la Eneida de Virgilio a End Game de la factoría Marvel o la laureada Juego de Tronos de HBO. Novelas que fueron llevadas al cine, guiones cinematográficos que fueron ampliados en forma de novela. Mencionaré algunos títulos y seguro que algunos de ellos nos evocan fragmentos o escenas que leímos o vimos en algún momento. Alejandro Magno de Oliver Stone, Gladiator de Ridley Scott, Braveheart de Mel Gibson, Por quién doblan las campanas de Heminway, El puente sobre el río Kwai de Pierre Boulle, El ministerio del miedo de Graham Green, la Trilogía Sword of Honor de Waugh, etc.
En conclusión, la épica homérica y la de Shakespeare se postulan como las madres de todas las guerras, pues siguen siendo obras vigentes que sirven de modelo para cualquier creación que quiera tratar este tema.
Para acabar, mencionaré algún fragmento del relato homérico de la Ilíada y tres frases míticas de la narrativa del autor inglés.
. “ …Cuando Héctor advirtió que el magnánimo Patroclo se alejaba y que lo habían herido con el agudo bronce, fue en su seguimiento por entre las filas y le envasó la lanza en la parte inferior del vientre, que el hierro pasó de parte a parte; y el héroe cayó con estrepito, causando gran aflicción al ejercito aqueo.” (Fragmento de la Ilíada, Canto XVI. Héctor mata a Patroclo).
“…mi reino por un caballo…”(Ricardo III), “…su burla ha cambiado sus pelotas en piedras de cañón…”(Enrique V), “…Ser o no ser..”(Hamlet).
¡Fantásticos!